martes, 7 de abril de 2015

Mièrcoles 8 Abril
MIÈRCOLES SANTO
  • Evangelio: Lucas 24,13-35
    "Lo reconocieron al partir el pan"
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Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron." Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes son ustedes para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
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UNA VEZ LEÍDO EL PÀRRAFO, HACEMOS UNA LENTA Y MEDITADA ORACIÒN CON EL TEXTO QUE SIGUE A CONTINUACIÒN
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Quédate con nosotros, que nuestra vida declina cuando Tú no estás a nuestro lado.
Quédate con nosotros, para que nuestra esperanza no muera y no caminemos solos, sin rumbo.
Quédate con nosotros, para que nos conviertas de tantos mesianismos miopes y de tantas ignorancias.
Quédate con nosotros, para saberte Vivo en nuestra vida, cambiando nuestra tristeza en gozo y nuestras horas tristes y aburridas en esperanza sin ocaso, hecha compromiso y urgencia.
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Siéntate con nosotros a la mesa, para devolvernos la ilusión primera, rehacer nuestros proyectos rotos y recrear nuestra amistad maltrecha.
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Parte el pan con nosotros, para que se nos abran los ojos y te reconozcamos como el Viviente que llena de vida nuestras horas muertas.
Parte el pan con nosotros, para que descubramos cerca tu presencia nueva, estimulante y eficaz siempre, aunque no pocas veces discreta.
Parte el pan con nosotros, para que nuestro corazón salte de gozo, al descubrirte cercano y triunfador
en la meta.

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Bendito seas, Señor, por no dejarnos caminar solos.
Bendito seas, Señor, por no cansarte de nuestros extravíos que nunca llevan a la meta cierta, y conducirnos pacientemente por la recta senda.
Bendito seas, Señor, por hablarnos al corazón antes que a la inteligencia.
Bendito seas, Señor, por tu palabra de luz que ilumina y calienta.

Bendito seas, Señor, por quedarte para siempre entre nosotros, en esta tierra nuestra.
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