Miércoles 22 Abril
Evangelio: Juan 6,35-40
" Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día "
" Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día "
En aquel tiempo, dijo Jesús a
la gente: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y
el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como les he dicho, me han visto y no
creen. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré
afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad
del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda
nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la
voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida
eterna, y yo lo resucitaré en el último día."
Continuamos nuestra reflexión
sobre esta presentación que Jesús hace de sí mismo. Queremos profundizar en
ella y no pasarla tan rápido
Nosotros creemos que Jesús es la
encarnación de Dios. Es que, si Dios no se
hubiera hecho humano, como nosotros ¿ de qué forma pudiéramos
nosotros habernos familiarizado , haber dialogado, haber sentido y
experimentado la infinitud fascinante pero inaprensible de Dios ?
Nuestro intercambio con Dios se desenvolvería siempre en una incertidumbre y una penumbra
tensa, frágil y confusa en la que la fe
sería de un ejercicio casi heróico
Por eso la presencia viva de Dios en Jesús es el regalo necesario para nuestra vida con Dios. En él ,que
es visible, vemos al Dios que es invisible (COLOSENSES 1,15)
Jesús se presenta como el pan de vida. A primera vista, causa curiosidad, perplejidad
y es extraña la definición que da de sí mismo; pero, si profundizamos, nos
damos cuenta de que en estas palabras se manifiesta el sentido de su misión: salvar al hombre y darle vida.
“Ésta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado,
sino que lo resucite el último día”. Por esta razón y para perpetuar su acción
salvadora y su presencia entre nosotros, Jesucristo se ha hecho para nosotros alimento de vida en la
Eucaristía.
y esto es un regalo de Dios que hace posible que creamos en Dios a través de Jesucristo y nos
acerquemos a Él: “Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí
no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino
la voluntad del que me ha enviado”
Acerquémonos, pues, con fe a Aquel que ha
querido ser nuestro alimento, nuestra luz y nuestra vida, ya que “la fe es el
principio de la verdadera vida”, así lo afirma san Ignacio de Antioquía.
Jesucristo nos invita a seguirlo, a alimentarnos de Él, dado que esto es lo que significa verlo y creer en Él, y a la
vez nos enseña a realizar la voluntad del Padre, tal como Él la lleva a cabo.
Permanecer unidos a Jesucristo significa encontrar en él
la fuente de
la vida. ¿Cómo es posible que los creyentes no podamos hacer partícipes de esta
experiencia a tantas personas que viven una vida devaluada por la depresión, la
ansiedad, la tristeza, la agresividad o la injusticia?
¿Cómo resuenan hoy las palabras de Jesús: Yo soy el pan de vida. El
que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed? Son
palabras que he visto escritas en muchos sagrarios. Pero las vemos como un slogan publicitario no
como un oferta hecha por quien invita y que vive en el sagrario:
¡Si pudiéramos verlas escritas en los rostros de los que seguimos al Maestro! Y obtener de ellas los beneficios de la vida en abundancia que tanto nos falta.
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