Miércoles 1 Julio
El pecado. Segunda Parte
En la Primera Parte tratamos de
dejar claro que el pecado existe porque nos deslizamos hacia el
desamor, cuando
preferimos cerrarnos y permanecemos inmóviles ante el dolor, el sufrimiento
ajeno. “Tuve hambre y no me diste de comer…estuve enfermo y no me visitaste,
deprimido y no me consolaste…”.Preferiste esperar que una ONG, que el “Gobierno” que alguna institución
se encargara de “eso”
Hay gente que dice que ya no existe el pecado porque ya nadie habla de eso. Dicen que
eso es una victoria del ser humano. Ya no existe casi
ni en el diccionario esa palabra tan desagradable llamada “el pecado”
Los que hablan así se comportan con
una gran superficialidad e irresponsabilidad. Si con
desterrar de nuestro vocabulario la palabra “pecado” hubiéramos acabado con sus
efectos, podríamos cantar victoria. Pero no es así. Basta con abrir los ojos y ver tanto
sufrimiento humano para caer en la cuenta que aunque no se hable de pecado, el
mundo se contamina con toneladas de pecado que fabricamos cada día.
Si hay tanto dolor es porque alguien lo produce. Claro que hay
dolores que no lo producen los seres humanos, pero la mayoría de los dolores son fabricación humana: el hambre, la soledad,
la discriminación, infinidad de dolores físicos, la desnutrición, las plagas,
las epidemias, las injusticias, la destrucción del ecosistema, y tantos otros
dolores son producidos por nuestra indiferencia, nuestro egoísmo, nuestros criterios comodones con los que nos consideramos libres de responsabilidad ante tanto
dolor que nos rodea.
Pero no hemos dicho aún nada sobre
el proceso del pecado. ¿Cómo nos vamos cerrando al otro? ¿Cómo es ese caminar casi inconscientemente hacia la dureza, hacia la apatía,
hacia la indiferencia que nos va volviendo invulnerables e imperturbables ante tanto y tanto dolor que nos rodea?
Si antes dijimos que hay pecado
porque hay desamor, ahora decimos: hay pecado porque hay libertad. Si no fuéramos libres no pecaríamos.
¿Entonces debemos maldecir la libertad por el hecho de
permitirnos pecar? No. En lo más mínimo. Porque si dejáramos de pecar por falta de libertad
para hacerlo, entonces nos comportaríamos como unos robots, unas computadoras y entonces nuestro amor no sería un hermoso ejercicio
de nuestra libertad sino que sería el resultado de una simple programación fría, impersonal, como un programa que se mueve gracias a unas teclas.
El ser humano es un ser que aprende. La vida es una serie de aprendizajes. Los aprendizajes se asumen o porque libremente optamos por
repetir unas actitudes determinadas o porque las circunstancias nos
obligan a repetirlas. En todo caso siempre hay un
margen de libertad para optar por uno o por otro aprendizaje.
Se aprenden actitudes positivas, liberadoras,
solidarias o se aprenden las actitudes contrarias o sea las actitudes egoístas,
irresponsables, esclavizantes, negativas. La persona cultiva actitudes que lo llevan hacia uno
o hacia otro “paquete” de actitudes. Ejemplo: Veo a una anciana pidiendo
limosna y puedo conmoverme y ayudarla o puedo irme acostumbrando a sentir que
eso no es problema mío sino de sus
hijos. Veo un niño delinquiendo e intento cambiarle
su actitud o me voy acostumbrando a desentenderme de eso diciéndome a mí mismo
que eso es problema del “gobierno”, no mío. Todos son aprendizajes que terminan
configurándome como alguien insensible al mal o alguien indiferente.
No hemos hecho mención a los
aprendizajes explicita y compulsivamente agresivos por considerarlas conductas enfermizas que son más fácilmente identificables
como negativas. A pesar de lo destructivo de estas conductas, son menos
dañinas por la forma como la sociedad
las puede identificar y condenar. Más dañinos son esos hábitos camuflajeados de los “buenos” o sea, los hábitos negativos
de las personas que aparecen como “intachables” y que tienen permanentemente
sus conciencias tranquilas. Esos son los más dañinos y lamentablemente son
los más abundantes a lo ancho y largo de nuestro planeta. Ellos son la expresión
más peligrosa del pecado.
PIDÀMOSLE AL SEÑOR UN AGUDO DISCERNIMIENTO PARA NO PASAR POR EL MUNDO
SIENDO CÒMPLICES INCONSCIENTES DEL PECADO SINO HUMILDES CONSTRUCTORES DEL AMOR