Miércoles 5 agosto
"Mujer, qué
grande es tu fe"
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a
gritarle: "Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un
demonio muy malo." Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le
acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás gritando." Él les
contestó: "Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel."
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: "Señor, socórreme."
Él le contestó: "No está bien echar a los perros el pan de los
hijos." Pero ella repuso: "Tienes razón, Señor; pero también los
perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos." Jesús le
respondió: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas."
En aquel momento quedó curada su hija.
Jesús tiene un arranque de “judaísmo” motivado por quién sabe qué situación inmediatamente anterior que habría pasado
No le falta razón
cuando dice que ha sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel que estaban destinadas a ser las primeras receptoras de su mensaje. Solo que estas no lo recibieron y esto precipitó lo que tenía que darse más adelante que es la
proyección universal del mensaje de
Jesús
Sin embargo el episodio nos deja
también grandes lecciones: La primera la
humildad de la mujer cananea. Lección aplicable a nuestra manera de pedir a Dios: humildad para no
decaer y para sentir que no somos dignos de recibir lo que pedimos, pero que ,
aun así, confiamos en la generosidad de nuestro
Dios.
Otras lección nos la da el mismo
Jesús cuando corrige su actitud y muestra su admiración por la fe de
aquella mujer. Jesús es capaz de admirarse
La fe de la mujer es capaz de mover a Jesús mismo de su primera actitud
de rechazo a una actitud de completa generosidad
Una vez más Jesús nos motiva a pedir con fe. Es una de las tantísimas veces que lo hace y por eso
tenemos que sospechar que en ese pedir
con fe hay un secreto que debemos saber aprovechar
En ese pedir con fe está contenida una confesión de
reconocimiento tanto del poder de Dios como de
su generosidad y amor hacia nosotros
En ese pedir con fe está también
contenida una actitud de humildad nuestra que se
sabe necesitada y urgida de esa
atención
Dispongámosnos pues a dirigirnos
a nuestro Dios con esa confianza, humildad y entrega a su voluntad en
esas realidades nuestras que ameritan su intervención
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