Domingo 2 agosto
Juan 6,24-35
"El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed"
"El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed"
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos
estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al
encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo
has venido aquí?" Jesús contesto: "Les lo aseguro, me buscan, no
porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse. Trabajen, no
por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida
eterna, el que les dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre,
Dios." Ellos le preguntaron: "Y, ¿qué obras tenemos que hacer para
trabajar en lo que Dios quiere?" Respondió Jesús: "La obra que Dios
quiere es ésta: que crean en el que él ha enviado." Le replicaron:
"¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu
obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
"Les dio a comer pan del cielo."" Jesús les replicó: "Les
aseguro que no fue Moisés quien les dio pan del cielo, sino que es mi Padre el
que les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del
cielo y da vida al mundo." Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre
de este pan." Jesús les contestó: "Yo soy el pan de vida. El que
viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed."
Jesús les hace ver que junto a la
preocupación por el pan terrenal, por esos “panes terrenales”, tiene que darse una preocupación y
un hambre diferente por ese pan que viene del Padre y que es
El mismo
Jesús se mueve esta vez en un plano superior. Hace apenas horas a Jesús le
preocupó que estaban hambrientos del pan terrenal, pero ahora, ya saciados de
ese pan, siguen preocupados porque Jesús les siga alimentando hambres impertinentes: piden más signos
Jesús les hace ver que para
aspirar a ese pan, que es El mismo, hay que tener esa hambre distinta y más
sublime que pasa por creer en El e ir
a El.
Me viene a la mente una frase que
considero pertinente para describir lo que Jesús plantea: “Dios es
gratuito, pero no superfluo”. Dios se da sin exigir nada a cambio, es
absolutamente gratuito, pero no superfluo, o sea, no puede convertirse en “un
hambre más”, un trofeo más entre
muchos. Dios exige exclusividad a la hora de una
búsqueda sincera
Nuestras hambres circunstanciales y
temporales son válidas y pertenecen a
nuestra realidad. Dios no las desconoce ni las minusvalora. Pero llega un
momento en el que nuestro espíritu debe
sentir la sed y la necesidad de un algo más que pertenece a otro nivel
Es el hambre de El. El hambre de ese pan que es Jesús
sentido como necesidad. En ese momento todas las otras hambres deben ser relativizadas: hambre y preocupación del pan
terrenal, hambre y preocupación de otras personas, hambre de ideología, hambre de
signos religiosos, hambre de proyectos personales ,hambre del propio Yo.
En este momento podemos
preguntarnos si experimentamos a Jesús como esa hambre y esa sed que brota
hasta la vida eterna. Y si nuestra fe y
entrega a El tienen ese nivel de entrega tan absoluta que supere todas las
otras hambres. En ese momento ya Dios no es superfluo , no es un hambre más. Y
podemos decir: “Señor, tengo muchas hambres y preocupaciones, pero deseo que mi
hambre fundamental y preocupación fundamental seas Tú. Que mi hambre
sea de Ti. Que desee comer de
ese Pan”
No hay comentarios:
Publicar un comentario