Domingo 9 agosto
Juan 6,41-51
" Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo "
" Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo "
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho:
"Yo soy el pan bajado del cielo", y decían: "No es éste Jesús,
el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha
bajado del cielo?" Jesús tomó la palabra y les dijo: "No critiquen.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo
resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos
discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende
viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de
Dios: ése ha visto al Padre. Se los aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo
soy el pan de la vida. Sus padres comieron en el desierto el maná y murieron:
éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo
soy el pan de vida que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo."
Cuando comentábamos en otra ocasión este párrafo decíamos
que Jesús había escogido la vía más inédita para entrar en intimidad
con nosotros como era la de convertirse en nuestro alimento
La condición de pan vivo que Jesús adquiere no
se agota en el sacramento de la comunión. Jesús es alimento por encima
de la práctica de la eucaristía. Pero la Eucaristía es sacramento, la experiencia estelar de esa presencia
No hay otra vía más apropiada para
intimidar con nosotros que la de compartirse como el pan y hacerse carne de
nuestra carne.
A
pesar de la voluntad expresa de Jesús de HABITAR en nosotros por esa vía, sin
embargo hace falta el recurso de la fe
para que esto ocurra
No es suficiente que accedamos a la comunión para
que se dé esa presencia. Hace falta que nosotros potenciemos
nuestra fe para que el pan se convierta en cuerpo
de Cristo dentro de nosotros. Una fe que es también regalo
de Dios si es que nos abrimos a ella
Por ese motivo nuestras eucaristías y comuniones muchas veces no
realizan ese encuentro: no ponemos la fe al servicio del sacramento. Hacemos un acto
mecánico.
Casi provoca aconsejar menos comuniones para que estas sean mejor
vividas
En este sacramento se cumple también lo que Jesús decía del poder
de la fe. Si la fe como un “grano de mostaza” sirve para mover una montaña, una fe de ese
tamaño sirve para traer
hasta
nosotros al cuerpo de Cristo envuelto en las apariencias de un pan y
un vino
Un animal irracional que comiera de ese pan de la Eucaristía no
recibiría el cuerpo de Cristo porque el animal, hasta donde sabemos, no
puede hacer un acto de fe.
Las partículas de pan que quedan en la mesa después del acto eucarístico, desde
el momento que ya no las consideramos un pan comible, ya no
contienen al cuerpo de Cristo
Pero lo más importante de nuestra reflexión tiene que ver
con el grado de fe con el que nos acercamos al altar que
debería ser al menos del tamaño de un “grano de mostaza” para que se dé el milagro
y efectivamente podamos alimentarnos con el Cuerpo de Jesús
¿Tenemos
esa fe? ¿O nos acercamos de forma mecánica?
Jesús quiso que la Eucaristía fuese un compartir con
la Comunidad. ¿Nos comportamos en la Eucaristía con los que comparten con
nosotros de manera que se respire un ambiente de convite?
Son numerosas las cosas que tienen que cambiar
para que podamos recuperar la Eucaristía de Jesús, pero hay al
menos dos
que ya podemos ir recuperando: Una es la fe con la que asumimos el milagro de la consagración del pan y vino
y otra
es lo que corresponde a ir fomentando una conducta eucarística que privilegie
lo festivo
del convite
Quizá el mayor obstáculo que vamos a encontrar para lo
segundo sea el protagonismo distorsionador
que ha adquirido el sacerdote en la Eucaristía
Pero podemos intentarlo propiciando una mayor
participación de los asistentes.
La
institución eclesiástica tiene que asumir la tarea de devolverle
al pueblo su eucaristía que le fue quitada para convertirla en un acto de culto
en vez de un convite comunitario
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