Lunes 9 Marzo
Evangelio: Lucas 4,24-30
" Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos, y levantándose, lo empujaron fuera del pueblo "
" Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos, y levantándose, lo empujaron fuera del pueblo "
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga
de Nazaret: "Les aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra.
Les garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando
estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo
el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda
de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en
tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que
Naamán, el sirio." Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos
y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en
donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió
paso entre ellos y se alejaba
“Vino a los suyos y los suyos no
lo recibieron” (Juan 1, 11). El episodio que contemplamos se inscribe dentro del drama
del ser humano entre recibir a Jesús
incondicionalmente, recibirlo solo parcialmente o simplemente no recibirlo.
Recibirlo incondicionalmente es dejarle nuestro
ser como espacio. “Vivo yo, ya no yo, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,
20) .La verdad verdadera es que ya sea
que lo concienticemos o que no lo hagamos “En él vivimos, nos
movemos y somos” (Hechos 17, 28)
De lo que se trata es de hacer que
esta convivencia tan radical que vivimos con Dios, se
convierta para nosotros en una experiencia plenamente consciente y aceptada con agradecimiento
Para que esto se dé, el papel decisivo lo tiene el mismo
Espíritu de Dios que es quien puede abrirnos los ojos de la
intimidad a esa Presencia
Pero nuestra persona interior puede abrirse a esta acción mediante el cultivo
de una actitud de oración que nos
permita entrar dentro de nosotros
con fluidez
Esta oración muchas veces puede ser
simplemente quedarnos en silencio durante un tiempo
determinado dejando que Ël se vaya haciendo dueño de nosotros
A esa forma de oración estamos
invitados todos. Este no es un privilegio de personas “místicas”. El darnos estos espacios es parte de nuestra calidad de vida.
Cuando no existen en
nosotros estos espacios de silencio
temporal y de exposición a la acción de
Dios en nuestra intimidad, llevamos una vida inconsciente saltando de una
cosa a la otra, atados cosas del pasado
o preocupados por el futuro, pero sin hacernos
conscientes del presente
Ese hábito de darnos cada día un
pequeño momento de silencio y de atención a lo que salga de nuestra intimidad, no es tampoco algo solamente para la gente que profesa una fe o una
religión determinada. Es algo que debe cultivar todo aquel que quiera
hacer contacto consigo mismo y no vivir solamente de la exterioridad
Este hábito de tomarnos cada día un tiempo para
nosotros nos puede serenar, liberar de ansiedades, darle a las preocupaciones el tamaño que realmente se merecen, ni más ni menos , conocernos más a nosotros mismos.
Este momento de oración , cuando nos
hemos decidido a ser familiares con Jesús, nos
puede ayudar a encontrarlo como nuestro ser
mismo, como la Presencia en la que “nos
movemos existimos y somos”
Atrévete. Busca un lugar y
un tiempo tranquilo. Colócate
comodamente. Respira acompasadamente
llevando el aire hasta todos tus pulmones y abdomen. Pon tu atención solo en tu respiración. Cuando ya estés
en paz, entonces recuerda alguna imagen
de Jesús que te inspire y repite ese nombre
lentamente muchas veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario