Sábado 14 Marzo
Evangelio: Lucas 18,9-14
"El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no"
"El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no"
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos,
se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta
parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el
otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh
Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos,
adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo
de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se
atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:
"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Les digo que éste bajó a
su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado,
y el que se humilla será enaltecido."
Jesús en esta ocasión nos presenta lo importante que
es la humildad en la vida humana
y la relación con nuestro Dios
Pero la humildad a la que se hace alusión aquí no es la
mera virtud de la humildad
como podemos hablar de la paciencia o de la modestia, o de la fidelidad.
Se trata de esa actitud que nos hace sentir la dependencia completa y
absoluta que tenemos de la misericordia de Dios.
La misericordia de Dios es el ejercicio gratuito de su amor que es capaz de darse a nosotros, no como premio a nuestras buenas acciones sino gracias a su condición de Padre amoroso
La imagen de Dios que tenían los contemporáneos a
Jesús era la imagen de un Dios que necesita de nuestros
servicios y de nuestros méritos para darnos su amistad. Se
establece una especie de intercambio comercial en el que Dios
tiene casi la obligación de salvar a la
persona por sus obras de bien
El fariseo viene a decirle a Dios que él ya cumple con todos los requisitos y por eso ya merece esa salvación
El publicano se reconoce indigno hasta de entrar en el Templo. O sea que necesita que Dios ejercite su
misericordia gratuita y magnánima con
Ël.
La consideración de Jesús es absolutamente coherente con todo su mensaje, su
persona, su misión: “No he venido a condenar sino a salvar”.”Ël nos
amó primero”. “Un corazón contrito, tú no lo desprecias”.
El Señor no nos pide
actuaciones histriónicas ni de una desestima hacia nosotros
mismos
Lo que quiere indicarnos es que el regalo de su amor es tan grande que por más abundantes que sean nuestros “méritos”, no bastan para pagarlo. Por eso, la
actitud obvia es la de la humilde y gozosa esperanza de que “donde abundó el
pecado, sobreabundó la misericordia”
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