Lunes 16 Noviembre
Lucas 18,35-43
"¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez"
"¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez"
En aquel tiempo, cuando se acercaba
Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron:
"Pasa Jesús Nazareno." Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David,
ten compasión de mí!" Los que iban delante le regañaban para que se
callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!"
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó:
"¿Qué quieres que haga por ti?" Él dijo: "Señor, que vea otra
vez." Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado."
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo,
al ver esto, alababa a Dios.
Nos encontramos ante el famoso milagro
el ciego de Jericò.Todo un poema bíblico
Vamos a dejar que esta meditación nos
la guíe el Papa Francisco
Meditación
del Papa Francisco
Él lo ha prometido: eh aquí la piedra
angular sobre la que se apoya la certeza de una oración. Con esta seguridad
nosotros decimos al Señor nuestras necesidades, pero seguros de que Él pueda
hacerlo. Rezar es sentir que Jesús nos dirige la pregunta del ciego: ¿tú crees
que puedo hacer esto?
Él puede hacerlo. Cuando lo hará, como lo
hará no lo sabemos. Esta es la seguridad de la oración. La necesidad de decir
la verdad al Señor. 'Soy ciego, Señor. Tengo esta necesidad. Tengo esta
enfermedad. Tengo este pecado. Tengo este dolor...', pero siempre la verdad,
como es la cosa. Y Él siente la necesidad, pero siente que nosotros pedimos su
intervención con seguridad. Pensamos si nuestra oración es de necesidad y es
segura: de necesidad porque nos decimos la verdad a nosotros mismos, y segura,
porque creemos que el Señor puede hacer aquello que le pedimos. (Cf.
S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
Era ciego pero tenía las ideas muy claras. Había oído hablar de Jesús de Nazaret, el descendiente del rey David, que hacía milagros en toda Galilea. Y él quería ver. Por eso, cuando le informaron que Jesús iba a pasar por allí, el corazón le dio un vuelco y comenzó a gritar con todas sus fuerzas. ¡Era la oportunidad de su vida! Cuando consiguió estar frente a frente con el Mesías no fue con rodeos; le pidió lo que necesitaba: "¡Señor, que vea!".
Muchos entendidos dicen que este es el modelo perfecto de oración. Primero, buscó el encuentro con Jesús; luego, presentó la petición con toda claridad. Y como tenía mucha fe...
Para rezar bien, es necesario acercarse a Dios, ponerse ante su presencia. Para eso puede ayudar ir a una iglesia y arrodillarse ante el sagrario. ¡Allí está Jesús! Luego, con humildad, suplicando su misericordia como hizo el ciego, le hablamos y le decimos exactamente lo que nos pasa. Sin discursos, sin palabrería. Hay que ir al grano: "Mira, Señor, lo que me pasa es esto...".
Dios ya lo sabe, pero quiere que se lo digamos. Nos pregunta: "¿Qué quieres que te haga?". Entonces, nos escucha y nos lo concede, según nuestra fe.
Pero no acaba aquí el relato. Luego fue a comunicar esa experiencia a todo el pueblo. Había nacido un apóstol. Y consiguió que aquella gente, al verlo, alabara a Dios.
Propósito
Seguir a Cristo llevando consuelo y aliento a un enfermo poco visitado.
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