Viernes 27 Febrero
Evangelio: Mateo 5,20-26
"Vete primero a reconciliarte con tu hermano"
"Vete primero a reconciliarte con tu hermano"
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si
no ustedes no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el reino
de los cielos. Han oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y
el que mate será procesado. Pero yo les digo: Todo el que esté peleado con su
hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá
que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la
condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar,
te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu
ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces
vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en
seguida, mientras van todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el
juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último cuarto."
En forma muy sencilla Jesús ratifica cómo la relación buena,
justa, reconciliada con tu prójimo, es más importante que el culto que le
rindes a Dios
Nosotros, en muchas situaciones procedemos de manera contraria: nos parece
que el culto que le profesamos
a Dios nos excusa de tener que reparar previamente nuestros
desencuentros con los demás
Un caso típico lo tenemos en la práctica actual del sacramento de la
Confesión. Nos parece
que el hecho de cumplir con los pasos de este sacramento es suficiente para ser
perdonados sin que
nuestro corazón tenga que cambiar los
sentimientos que tenemos hacia aquellos a los que hemos hecho algún daño
Jesús nos dice claramente que antes de intentar una aproximación a nuestro Dios, tenemos que volver a la relación fraternal con nuestro
prójimo. La gente que observa nuestra religiosidad se escandaliza al ver este
tipo de incongruencia. Nos hacemos daño
y creemos que las cosas se arreglan multiplicando nuestros cultos sin
corregir los daños
Otra novedad que introduce Jesús y a la que le hacemos
una muy escasa atención se refiere a la exigencia con la que Jesús
plantea que el único daño que le hacemos a otro no es solo ocasionarle la muerte, ni
mucho menos.
“Todo el que esté peleado con su
hermano será procesado”. ¿ Cuándo podemos decir que estamos “peleados” con
nuestros prójimos ? Cuando alimentamos sentimientos de descalificación,
desconfianza, prejuicios, atentados contra la fama, indiferencia.
No hace falta asesinar para “matar” a alguien
¿ Dónde situamos entonces las xenofobias, los
racismos, las intolerancias, las discriminaciones, las violaciones de los
derechos humanos, los tratos inhumanos, la violencias contra las minorías,
contra la mujer, el maltrato a los niños, a los ancianos ?
“Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá
que comparecer ante el Sanedrín”. Jesús propugna una relación humana
verdaderamente respetuosa y hasta tierna. De lo que se trata es de que
nuestra mirada hacia el otro esté llena de admiración y compromiso
Veamos desde esta exigencia el
panorama de nuestras agresiones grandes y pequeños hacia los otros que forman
parte tranquilamente del es que “yo soy así”
“y si lo llama "renegado", merece la condena del
fuego”. En nuestro contexto la palabra “renegado” correspondería a llamar a
alguien: negador de la fe, el que tiene una actitud negativa hacia la mayoría
de las cosas. Jesús anuncia la pena máxima para el que califica
de esa manera a alguien.
Una vez más recojamos la invitación arevisar la voluminosa colección de
los epítetos, calificativos, insultos que proferimos contra los otros.
Indudablemente, que a Jesús lo que le
preocupa es la actitud
interior del que es capaz de
proferir esa clase de agresiones contra otro. Por eso, comienza diciéndonos:
"Si no ustedes no son mejores que los escribas y
fariseos, no entrarán en el
reino de los cielos”. Y comienza luego a “hilar fino” sobre las actitudes que
deben promover sus seguidores en su relación con los demás. Una vez más invita
a superar las “formalidades”
con las que aquella religión permitía vivir dañando al hermano y al mismo
tiempo observar las prescripciones de la Ley.
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