Jueves 16 Febrero
Evangelio: Mateo 7,7-12
" Traten a los demás como quieran que ellos los traten; en esto consiste la Ley y los profetas."
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
"Pidan y se les dará, busquen y encontraran, llamen y se les abrirá; porque
quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno
de ustedes le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado,
¿le dará una serpiente? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas
a sus hijos, ¡cuánto más su Padre del cielo dará cosas buenas a los que le
piden! En resumen: Traten a los demás como quieran que ellos los traten; en
esto consiste la Ley y los profetas."
En otra ocasión Jesús había dicho que no había venido a acabar con la Ley sino
a llevarla a su perfección. Con esta frase Jesús resume de manera
verdaderamente genial toda la Ley: “Traten a los demás como quieran que ellos los traten a
ustedes; en esto consiste la Ley y los
profetas.”
La expresión es otra
versión de aquella que tiene también la fuerza absoluta de la ley mosaíca: Amarás…y
a tu prójimo como a ti mismo”. Solo que en una época como la nuestra donde
parece que es un hecho exepcional encontrarse con gente que se ame
verdaderamente a sí mismo, la norma resulta de una aplicación más dificultosa
Todos sin excepción queremos ser tratados bien. Sólo personas enfermas de masoquismo disfrutan de un maltrato hacia sí mismas. Dispensar un trato al otro
equivalente a sus expectativas es un verdadero y difícil reto
Supone, en primer lugar,
desarrollar una empatía que nos permita saber qué
está esperando o necesitando esa persona
de nuestro
trato. Supone un discernimiento para ver si eso
que reclama conspira o no para su verdadera
felicidad, supone un respeto a esas exigencias y por
último un compromiso nuestro con esas
exigencias.
De parte de la
persona que quiere satisfacer esas necesidades
del otro, se requiere un saber salirse de los propios códigos
(deberías, tendrías), propias exigencias o por lo menos el ser capaz de relativizar
los propios citerios y exigencias y vaciarse
a favor del otro
La existencia
de Jesús es un ejemplo, como ninguno, del
cumplimiento de este mandamiento primordial. Pablo nos recuerda como Jesús renunció a su condición divina para asumir nuestra humanidad
completamente, menos en el pecado
La actitud que se opone
a este mandamiento es el egoísmo o la inflexibilidad los
propios criterios que sería una total prescindencia
de las necesidades del otro o también un querer obligar al otro a amoldarse a
mis criterios
En este
momento podríamos a hacer una parada para preguntarnos por
nuestra forma de cumplir el mandamiento: Examinar el grado de empatía que nos permite conocer la intensidad con la que el otro desea recibir el
trato que yo desearía para mí mismo.
Y sobre todo,
examinar nuestra capacidad de priorizar las
expectativas y necesidades del otro, incluso cuando la satisfacción de esas expectativas,
supere el compromiso con mis propios intereses. Aquí ya
tocamos el territorio del “exceso” que es la “ley” del amor
cristiano.
Una vez más nos
socorre el ejemplo de Jesús que no
pone como límite a su amor y entrega a nosotros, la forma como nosotros correspondemos
a su amor y entrega
Dejamos para otro
momento la consideración sobre cómo el cumplimiento de este “tratar a los otros
como queremos que ellos nos traten a nosotros”, crearía
infinitos espacios de amor, de justicia, de paz , de solidaridad, y de ternura
en la convivencia humana
Definitivamente:
Jesús es la solución a
nuestra salvación
personal, social, mundial y cósmica.
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