Jueves 19 Febrero
Evangelio: Lucas 9,22-25
"El que pierda su vida por mi causa la salvará"
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El Hijo del hombre
tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y
escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día." Y, dirigiéndose a
todos, dijo: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con
su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a
uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?"
Este párrafo del Evangelio es de
una contundencia
extraordinaria. Por un lado se nos
describe la trayectoria que recorrerá
Jesús en su existencia terrena, y luego es el mismo Jesús el que describe las
características del tipo seguimiento al
que estamos invitados
"El Hijo del
hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas…”O sea, Nuestro Señor, como consecuencia
de su fidelidad
a su misión, tiene que padecer
mucho.
Desde el momento en el que Jesús relaciona fidelidad
a su misión y sufrimiento,
ya está marcando la pauta
de lo que será cualquier decisión que se quiera llevar al límite
de la fidelidad radical
La historia
se ha encargado de confirmar esta profecía de Jesús
que se repite en todos esos seres para quienes la fidelidad a la verdad
ocasiona cualquier tipo de persecución y de sufrimiento. Quien
quiera vivir la adhesión a Jesús sin la cuota de sufrimiento, tendrá que
vivir ese seguimiento a medias.
No faltarán los
“sumos sacerdotes, ancianos, escribas” y toda suerte de defensores
a ultranza del orden establecido, sea político, social o religioso
que se ensañen contra esa fidelidad
radical.
“…ser ejecutado
y resucitar
al tercer día." La persecución
puede llegar incluso a la muerte. Pero la muerte del justo termina en
resurrección. La resurrección
es el horizonte
obligado de todo el que padece cualquier tipo de muerte causada por la
fidelidad
"El que
quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Ninguna frase describe
tan bien el desafío planteado por Jesús: negarse a sí mismo, cargar con
la propia cruz de cada día e irse con Él.
En esta dinámica
del camino
hacia la Trascendencia,
hacia la profunda inmensidad, hacia Dios, coinciden todas las grandes experiencias religiosas: negación,
aceptación y seguimiento para
llegar a esa suerte de resurrección que puede llevar diferentes nombres
“Pues el que
quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su
vida por mi causa la salvará.”Cuanto daríamos por escribir esta frase en lo
más profundo de nuestro ser y que nos sorprendiera cuando estamos gastando
tantas energias para “salvar nuestra vida”, nuestra fama,
nuestra comodidad, nuestro bienestar…!
¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?" He aquí la razón, la justificación de la negación, la aceptación
y el seguimiento radical. Lo que está en juego es el “derrochar”, “malgastar” la vida, o
“llevarla a su plenitud”, “gozar de la
discreta, pero sabrosa paz del corazón”.
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