Sábado 21 Febrero
Evangelio: Lucas 5,27-32
"No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan"
"No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan"
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví,
sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él,
dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran
banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos
y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo:
"¿Cómo es que comes y bebes con publicanos y pecadores?" Jesús les
replicó: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan."
“Publicano” era el nombre que se daba a los recaudadores
de los impuestos que imponía el Imperio Romano
al pueblo judío
En esta tarea se practicaban
innumerables irregularidades y abusos que hacían más antipático aún ese pago obligatorio de los
impuestos
En la concepción religiosa
judía, el que ejercía ese oficio era considerado pecador, impuro y por ende cualquier tipo de relación con ellos hacía impuro al que
las mantenía
El atrevimiento de Jesús llega al extremo porque Jesús
invita a un publicano nada menos que a integrarse en el grupo de sus seguidores más inmediatos
Este gesto de Jesús provoca en Leví un
profundo agradecimiento que merece ser
celebrado con una comida en la que se sentarán en la misma mesa, Jesús, sus discípulos y un número de publicanos
Para los fariseos no podía ser más escandaloso ese espectáculo y llenos de
indignación le reclaman a Jesús esa
connivencia con la impureza de los publicanos que se materializa en el hecho de comer con ellos
Para Jesús este gesto se inscribe muy
coherentemente en su pasión por llevar su buena noticia a la gente satanizada por aquella religión
"No he venido a llamar a los justos, sino
a los pecadores…” Así como los fariseos
promueven una exclusión de los
pecadores, Jesús presenta a los pecadores como objeto privilegiado del amor de Dios
“para que se conviertan”. Jesús no
justifica lo que aquellos seres podían tener de pecadores, pero confía en sus posibilidades de conversión. No una conversión a la esclavitud
religiosa del judaísmo. Conversión a la Novedad de su Evangelio
Y así se inaugura con Jesús la era de
la salvación para nosotros los pecadores que nos
convertimos en beneficiados privilegiados de la misericordia de Dios.
El tiempo de Cuaresma que estamos recorriendo, es tiempo de actualizar
esa conversión y ese gozo de la misericordia de nuestro Dios.
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