viernes, 20 de febrero de 2015



Sábado 21 Febrero
Evangelio: Lucas 5,27-32
"No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan"
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: "¿Cómo es que comes y bebes con publicanos y pecadores?" Jesús les replicó: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan."
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“Publicano” era el nombre que se daba a los recaudadores de los impuestos que imponía el Imperio Romano al pueblo judío
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En esta tarea se practicaban innumerables irregularidades y abusos que hacían más antipático aún ese pago obligatorio de los impuestos
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En la concepción religiosa judía, el que ejercía ese oficio era considerado pecador, impuro y por ende cualquier tipo de relación con ellos hacía impuro al que las mantenía
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El atrevimiento de Jesús llega al extremo porque Jesús invita a un publicano nada menos que a integrarse en el grupo de sus seguidores más inmediatos
 
Este gesto de Jesús provoca en Leví un profundo agradecimiento que merece ser celebrado con una comida en la que se sentarán en la misma mesa, Jesús, sus discípulos  y un número de publicanos
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Para los fariseos no podía ser más escandaloso ese espectáculo y llenos de indignación le reclaman a Jesús esa connivencia con la impureza de los publicanos que se materializa en el hecho de comer con ellos
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Para Jesús este gesto se inscribe muy coherentemente en su pasión por llevar su buena noticia a la gente satanizada por aquella religión
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"No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores…”  Así como los fariseos promueven una exclusión de los pecadores, Jesús presenta a los pecadores como objeto privilegiado del amor de Dios
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“para que se conviertan”. Jesús no justifica lo que aquellos seres podían tener de pecadores, pero confía en sus posibilidades de conversión. No una conversión a la esclavitud religiosa del judaísmo. Conversión a la Novedad de su Evangelio
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Y así se inaugura con Jesús la era de la salvación para nosotros los pecadores que nos convertimos en beneficiados privilegiados de la misericordia de Dios.
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El tiempo de Cuaresma que estamos recorriendo, es tiempo de actualizar esa conversión y ese gozo de la misericordia de nuestro Dios.
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