miércoles, 13 de mayo de 2015

Jueves 14 Mayo
Juan 15,9-17
" De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre se lo dé "
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes sois mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a ustedes los llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto dure. De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre se lo dé.. Esto les mando: que se amen unos a otros."

Una vez más Jesús nos incita a la oración de petición. En otra parte nos lo había dicho:”Pidan y recibirán…hasta ahora no han pedido nada…”(Juan 16,24)

La pregunta que nos viene a la mente con ocasión de estas exhortaciones de Jesús es: Si el Señor sabe lo que necesitamos, por qué incitarnos a que se lo pidamos

El pedir algo tiene una serie de connotaciones muy propias de la experiencia religiosa. En primer lugar, es un incuestionable ejercicio de humildad. Es confesarse indigente, necesitado

En segundo lugar, es una muestra de confianza. Se pide cuando se tiene esperanza de ser escuchado. Cuando se percibe al destinatario de nuestra petición como sensible a nuestras necesidades

En tercer lugar, al pedir, movilizamos todo nuestro ser en la dirección de la cosa pedida de manera que en cierto sentido al pedir ya comenzamos a disfrutar de aquello que pedimos

¿ Y cuál es la mejor forma de pedir al Señor ? Al pedir debemos estar dispuestos a recibir de el Señor aquello que sea su voluntad que sabemos que será lo que más nos conviene ya sea que lo entendamos o no

Cuando pidamos no “tentemos al Señor”. Cuando pidamos al Señor cosas con las que queramos llevarlo a contradecir  las leyes normales de la naturaleza y sentirnos dignos de excepciones, debemos estar claros que estamos pidiendo un MILAGRO lo cual es una señal de inmensa confianza, pero que está claro que las razones para pedir esto tienen que ser razones de gran peso

Jesús es también aquí nuestro ejemplo. Jesús pide al Padre en los momentos más fuertes de su vida. “Padre, pase de mí este caliz”. Pero inmediatamente dice “Pero no se haga mi voluntad sino la tuya” Lucas 22, 42   

En otra ocasión, Jesús nos invita a pedir cosas de importancia tan obvia como cuando nos dice “Pidan al Señor de la mies que envía obreros a su mies”. Mateo 9, 37. Esta oración recoge las condiciones que hemos señalado como propias de la mejor oración

Nuestra oración debe tener este telón de fondo:“Sin tu voluntad, nada Señor, pero con tu voluntad, lo que quieras, como quieras, cuando quieras, donde quieras.” 


                                                                                        

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