Jueves 7 Mayo
Juan 15,9-11
" Como el Padre me ha amado, así les he amado yo "
" Como el Padre me ha amado, así les he amado yo "
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así
les he amado yo; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán
en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor. Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes,
y su alegría llegue a plenitud."
Toda la vida terrena de Jesús
fue una manifestación del reconocimiento de Dios como un
Padre amoroso, misericordioso, compasivo, bondadoso, completamente distinto de la imagen
lejana y regañona que suelen presentar quienes conciben la relación del Creador
con sus criaturas como la de un amo que oprime a sus esclavos.
En Jesús se manifiesta la cercanía
de Dios como amigo, sin exclusiones ni discriminaciones. La
explicación que Él da de esta forma de querer relacionarse con nosotros nos remite
a la comunicación que se da entre los amigos
San Ignacio de Loyola escribió
en sus Ejercicios Espirituales que “el amor consiste en la comunicación de las dos
partes”, es decir, en dar y comunicar el uno al otro lo que tiene,
sin reservarse nada, superando completamente
cualquier forma de egoísmo
Jesús, les habla a sus apóstoles
de su amor hacia ellos para que
fructifiquen unidos a El, pues los ama al modo
sobrenatural, como el Padre le ama a El.
Unidos a El y amados por El no necesitan, para dar “mucho fruto,” más
que “permanecer en El.” Y la prueba de esta permanencia son las obras.
Porque no todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la
voluntad del Padre (Mt 7:21).
Por lo general definimos el
amor como aquel sentimiento de afecto, cariño, solidaridad que una persona
siente hacia otra y que se manifiesta generalmente en desear su compañía,
alegrarse con lo que se considera bueno para ella y sufrir con lo que se
considera malo. Le decimos amor, a nuestra persona amada, decimos que se
hace con amor, cuando se hace algo con
esmero, con mucho cuidado, cuando deseamos hacer algo con
mucho gusto, decimos que lo hacemos de mil
amores, cuando somos generosos en hacer algo y lo hacemos de forma
gratuita, decimos que lo hacemos por
amor al arte, y cuando pedimos algo con humildad y caridad decimos por
amor a Dios.
Esta declaración de Jesús al comparar el amor que El nos tiene con el
amor que su Padre le tiene hace como eco de la íntima confidencia que Jesús nos hizo el Jueves Santo: «Como el Padre me amó, yo
también los he amado a ustedes» (Jn 15,9). El amor del Padre al Hijo es
inmenso, tierno, entrañable. Lo leemos en el libro de los Proverbios, cuando
afirma que, mucho antes de comenzar las obras, «yo estaba allí, como
arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo»
(Prov 8,30). Así nos ama a nosotros y, anunciándolo proféticamente en el mismo
libro, añade que «jugando por el orbe de su tierra, mis delicias están con los hijos
de los hombres» (Prov 8,31).
El Padre ama al Hijo, y Jesús no deja de decírnoslo: «El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada a Él» (Jn 8,29). El Padre lo ha
proclamado bien alto en el Jordán, cuando escuchamos: «Tú eres mi Hijo amado,
en ti me he complacido» (Mc 1,11) y, más tarde, en el Tabor: «Éste es mi Hijo
amado, escuchadle» (Mc 9,7).
Jesús ha
respondido, «Abbá», ¡papá! Ahora nos revela, «como el Padre me amó, yo
también los he amado a udtedes». Y, ¿qué haremos nosotros? Pues mantenernos en su amor, observar sus mandamientos, amar la Voluntad del Padre. ¿No es éste el
ejemplo que Él nos da?: «Yo hago siempre lo que le agrada a Él».
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