Domingo
27 Diciembre
Lucas 2:22-40
22 Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,
23 como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor
24 y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones , conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
25 Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.
27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,
28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz;
30 porque han visto mis ojos tu salvación,
31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
32 luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»
33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.
34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -
35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido,
37 y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.
38 Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
39 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.
El evangelio de hoy nos permite hacer
lo que e llama una “lectio divina” que se hace de la siguiente manera:
Primero:
Se hace una lectura lenta, pero sin detenerse en ninguna parte sino leyendo de
corrido.Una lectura simplemente entendiendo cuál es , lo que llama San Ignacio
“la historia”
Segundo:
Se hace una segunda lectura deteniéndose en las frases, o palabras que me digan
algo, que me resultan más profundas o hermosas.Me voy deteniendo en esos
espacios el tiempo que quiera, sin ninguna prisa. Cuando ya la frase o palabra
dio todo lo que tenía paso a otra.
Tercero:
Cierro el libro y ahora me detengo en las cosas que me vienen como recuerdos
por su importancia para mí
Termino la oración con un “Alma de
Cristo”
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